A debate

Esta obra teatral ilustra varios temas de actualidad, entre los que dos se destacan claramente:

Piratería intelectual, ¿derechos de autor o dominio público?:


Hoy en día, la piratería de libros y películas (principalmente, aunque también de videojuegos, software, y más cosas) es un problema que nos muestra diferentes aspectos.

Desde el punto de vista económico, para los autores, que pretenden ganarse la vida con su trabajo, es un perjuicio que se distribuyan copias piratas de sus obras. Los que ganan son los 'pirateadores', que pueden ser pequeños particulares pero que suelen constituir verdaderas mafias que mueven millones de millones en todo el mundo... sin rendir cuentas a Hacienda, que somos todos (o eso nos cuentan). Y no solo los autores resultan perjudicados: todas las industrias asociadas, con sus empresarios y trabajadores, pierden rentabilidad, y pueden encarecerse aún más para intentar subsistir, o pueden desaparecer y dejar de prestar un servicio del que, al final, se adueñan los piratas. Y cuando un servicio lo monopoliza un pirata, puede llegar a ofrecer cualquier cosa a cualquier precio. 

Desde el punto de vista del consumidor, podemos pensar que se gana al tener acceso a las obras por menos dinero. Sin embargo, las obras pirata pueden ser malas copias, pueden carecer de completitud, rigor, pueden incluir errores... y al final, si queremos acceder a la obra en condiciones óptimas acabaremos comprándola y gastando más dinero que si así hubiéramos obrado desde un principio. El consumidor que recurre a la piratería contribuye a la desaparición de la industria asociada y acaba dependiendo de los piratas para acceder no a las obras originales, sino a sus remedos. ¿Pero, y si solo las personas con suficiente poder adquisitivo puedan disfrutar de las obras en buenas condiciones? ¿Y los estudiantes, no tienen derecho a acceder a las obras que se les hace estudiar? ¿No tenemos todos los ciudadanos el derecho de acceder a la cultura? Los que quieren pero no pueden... ¿qué deben hacer?

Internet y los almacenes de información (¿datos o conocimiento?)


Platón teme que los que acumulen libros dejen de utilizar la memoria. Debemos tener en cuenta que la memoria era fundamental en aquellos tiempos... y en estos. Si no recordamos cosas, no podemos utilizarlas para reflexionar, valorar y aplicar nuestros criterios, incluso, de hecho, ni siquiera podremos forjarnos esos criterios propios. También se preocupa Platón, porque sabe que con leer algo no basta: hay que manosearlo, hay que ponerlo en duda, hay que dialogarlo con otros, con otros puntos de vista incluso. El análisis y el aprendizaje lo exige. Y la figura del erudito que nos puede explicar conceptos, despejar dudas, plantearnos debates... es inexcusable. El aprendizaje debe ser dialógico. Tener libros es estupendo. Leerlos es mejor aún. Pero lo más de lo más es comprenderlos y aplicarlos.

En tiempos de Platón los libros eran una novedad amenazante. En nuestros días, es Internet (ese gigantesco cofre de libros que imagina Anníceres) la supuesta amenaza: si todo está en Internet, ¿para qué estudiar las cosas? ¡Cuando necesitemos saber algo, ya lo consultaremos en Internet! 

El autor traslada estas cuestiones tan vigentes a la época de Platón, pero es hoy en día que nos las tenemos que plantear. Desde que se escribió esta obra hasta el momento en que redactamos estas líneas, ha habido un salto cualitativo definitivo: el advenimiento de la inteligencia artificial. ¿Para qué redactar? Es más: ¿Para qué buscar? ¡Ni eso he de saber hacer! La IA lo busca y lo redacta por mí.

¿Podríamos pensar que Platón se preocupaba, ya en sus tiempos y con razón premonitoria, de lo que aún nos quedaba por ver?

No dejamos, tampoco, de tener en cuenta que ni los aedos eran por definición infalibles, ni todos los libros son oráculos de verdad y razón, ni, tristemente, Internet contiene siempre conocimiento: solo infinidad de datos (tanto correctos como verdaderas sandeces), digamos bastantes informaciones, y relativamente poco (poquísimo) conocimiento. ¿De verdad estamos preparando a nuestros alumnos a extraer el meollo de ese mejunje?

Tangencial: Internet y el libre acceso a los datos.

Habida cuenta de que con los libros (e incluso con los eruditos, los profesores y los maestros) podríamos plantearnos preguntas de similar orden, centrémonos en Internet:

¿Estamos seguros de que en Internet encontraremos libremente todo lo que se nos ocurra buscar?

En Internet está todo... lo que alguien se ha preocupado de poner ahí. Esto plantea algunos interrogantes:

  • ¿Quiénes son los que se preocupan de poner cosas ahí?
  • ¿Qué pasa con lo que nadie se ha preocupado de poner ahí? 
  • De acuerdo, pero aún suponiendo que no está todo, hay muchas, muchas, muchísimas cosas... ahora bien:
    • ¿Son todas las cosas colgadas en Internet veraces, o puede ser que sean erróneas?
    • ¿Son todas las cosas colgadas en Internet completas, o puede ser que sean incompletas? 
    • ¿Están los contenidos sesgados según alguna ideología o por otros factores culturales?

Por otra parte, hay mucho contenido que se encuentra en plataformas a las que hay que suscribirse y hay que pagar. El gran público accede a la divulgación -mejor o peor escrita- pero no a los contenidos académicos especializados que están bajo el control de universidades u otras instituciones (incluso de organizaciones privadas).

Por no hablar de la censura: autocensura como creadores de contenido por no arriesgarnos a ser criticados, o incluso odiados; censura de las plataformas que no quieren exponerse a albergar contenido que alguien pueda criticar... todos hemos oído hablar de "el algoritmo"...

Además, nuestra puerta de acceso a los contenidos de Internet son los buscadores. Todos sabemos que los buscadores comerciales, los que todos utilizamos, tienen sus propios criterios de ordenación de los resultados de nuestras búsquedas. ¿Cuáles son esos criterios? ¿económicos? ¿ideológicos? ¿Cuántos de nosotros nos quedamos con lo primero que nos responden, sin contrastarlo con los demás resultados?

Y no creamos que Internet es como el campo... se le pueden poner puertas. Y si no, habría que ver los contenidos a los que pueden acceder los ciudadanos de algunos países cuyos gobiernos no son, precisamente, democracias modélicas. 

Al final, uno se pregunta: ¿verdaderamente, puedo encontrar cualquier cosa que necesite consultar, de manera veraz y completa, en Internet? 




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